Almas muertas
Nicolai Gogol
Clipper - 1947
Lo primero que vi cuando lo abrí fue el precio, dibujado a lápiz en el ángulo superior derecho. Es uno de los pocos sobrevivientes del puesto de libros que tuve en el parque. Lo encontré una tarde, en otro parque y en el puesto de otro librero, quien me hizo precio preferencial por el contenido de unas cajas olvidadas bajo el mostrador. Siempre he sido muy paciente con libros a los que no he leido y que llevo conmigo, mudanza a mudanza, circunstancia a circunstancia. Almas muertas me acompañó, en esa antinatural -para un libro- situación de no lectura durante 17 años. Hasta que leí una cita de Tolstoi en la que decía que esta novela era, a su criterio, una de las grandes obras de la literatura universal. Apenas pasadas las primeras páginas, caí en la cuenta: su título, su ser rusa y el haber sido escrita a mediados del siglo XIX habían atentado contra mis ganas de leerla. Esperaba una novela sombría, una narración apretada, floreada de palabras, barroca. Me encontré con una narración ágil, plagada de giros y contragiros interesantísimos, moderna por donde se la lea, inteligente y clásica. Las apelaciones al lector, la inclusión del escritor ya no como ojo omnipresente sino como un narrador heredado de la transmisión oral. Podría llenar la página de esas y otras rerferencias al uso de herramientas narrativas usadas con precisión quirúrjica: desde la metanarración hasta la interpelación convertida en una sutil primera voz en plural ("¿Qué será de nuestro personaje?"). Podría dejarme llevar por la libre asociación y realizar diversas lecturas e interpretaciones (hay varias disponibles en la red de redes). Opto por sugerir la aventura de internarse en la prosa de Gogol y su maravilloso transcurrir. Quizás clasicismo sea leer las palabras escritas hace un siglo y medio y mirar alrededor y ver un mundo en el cual no falta un Chichikov que se ofrezca a comprar almas muertas.
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