El 1 de diciembre pasado, se cumplieron los primeros 25 años de la salida de Thriller, el segundo disco solita de Miguelito Jackson que tiene ¿el privilegio? de ser el álbum más vendido de la historia del mercado discográfico con la friolera de cerca de 105 millones de copias ubicados en hogares de todo el mundo, al día de la fecha.
La producción estuvo a cargo de Quincy Jones, estrechamente vinculado al jazz y al rythm & blues, quien modeló la génesis del sonido de Miguelito solista, produciendo sus tres primeros álbumes. En el tema que da nombre a este disco se incorporaron sonidos inusuales para el pop, más propios de las bandas de música industrial, que engarzaron con una melodía típica de Miguelito, que se despega definitivamente de su vieja banda familiar, The Jackson Five. Como para darse un pequeño gusto, hizo un intercambio con Paul McCartney, quien lo acompañó en uno de sus temas y a quien Miguelito recompensó con su participación en la pegadiza Say, say, say del ex-beatle.
El éxito comercial del disco estuvo sostenido no sólo en la perfecta traducción al vox populi de una música de complejidad y calidad comparable a la de un icono pop más vanguardista como lo es Prince, sino en una apuesta a un video que revolucionó el modo de narrar visualmente un tema musical. Con la dirección de John Landis (responsable de esa otra gran joya del cine musical que es The Blues Brothers) y un rap con la voz en off del genial Vincent Price (actor fetiche del cine de terror basado en la obra de Edgar Allan Poe y cuyo canto del cisne fue Edward Scissorhands, de ese cineasta único que es Tim Burton), vio la luz un video de casi 13 minutos, un cortometraje de un acto impacto visual, de una cuidada producción y un concepto de obra que ubica a la música popular al frente de un nuevo modo de producir música pop. Verlo sin prejuicio dan ganas de agarrarse la entrepierna, dar un grito agudo y ponerse a bailar frenéticamente... ¿Qué más se le puede pedir?