Tuesday, April 29, 2008

Por una autocrítica literaria



¿Debe forzosamente existir la crítica? No. Si hay críticos es porque ya no hay verdaderos escritores.

Crítico, narrador y poeta deben ser uno mismo.

El crítico es un escritor (muy inteligente) que quería ser creador. Pero —debido a ajeno consejo o clandestino temor— abortó la creación directa. Y aprovechó su gran facilidad para inteligir lo ajeno. Esto es lo que los críticos no quieren que sepamos.

¡Ningún niño quiere ser crítico! La crítica es decisión tardía. Una renuncia.

Muchas veces fue la mejor decisión que pudo tomarse.

No perdamos de vista: el miedo es el núcleo de la crítica.

Esa claudicación lleva al crítico a reelegir a los grandes creadores —aquellos que lograron lo que él quiso— y acusar a sus coetáneos que se aventuraron a continuar lo que él abandonó, para sentirme más seguro, cobijado en el arte de comentar objetos externos.

Pero ésta es (apenas) la tercera parte de por qué existe la crítica.

Otra tercera parte se debe a que los creadores dejaron de autopercibir. Mientras el crítico no puede crear, el escritor común no consigue ver sus propios aciertos y errores. Necesita la crítica externa: anteojos perdidos, visión suplementaria.

Los críticos literarios surgen cuando los literatos ya no son autocríticos.

Uno dice entenderlo todo. Otro crea, ¡pero no entiende cómo! Mitad y mitad de una desmedrada figura.

Los críticos han renunciado a la creación, y el pensamiento que ya no ejercen sobre su creación la dirigen excesivamente a otros. Exigen narrar, poetizar o pensar lo que ¡en realidad debieran intentar ellos!

Los críticos se proyectan. Pero lejos están de comprenderlo: su mirada está volcada fuera de sí mismos. La crítica es acedia.

Y a los escritores ni siquiera se les ocurre que el siguiente paso de su oficio es desarrollar una autocrítica literaria.

No sólo nuevas preceptivas o psicopoéticas sino una disciplina que fuera y dentro del texto creativo exploren qué es escribir.

La autocrítica literaria será parte de alguna venidera vanguardia.

Ahora, sólo un neologismo, es decir, una antipatía.

Pero no tengo ninguna duda: la autocrítica literaria será la siguiente revolución de la escritura.

Y la tercera responsable de la existencia de la crítica son los lectores. A ellos es a quienes realmente dirijo esta locura.

Detestables lectores: los escritores son pensadores que han perdido visión. Los críticos, pensadores sin total poder creativo. Y ustedes ¡pasivos consumidores de este par de engendros!

Unan estas dos mitades. Formen, por fin, un escritor íntegro.

Así la crítica literaria no ejercerá más su autoritarismo y la creación en sí misma será autocrítica. Y para que esto ocurra se necesita que desaparezcan ustedes, los lectores.

Y comience la labor para construir a los creadores completos del porvenir.

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