Pues nada, en realidad. Sabadito. Acabo de actualizar el blog. Creo que por fin terminé (casi) un cuento que llevo escribiendo desde el 23 de noviembre. Tan seguro estoy del dato como de que fecho lo que hago. Cinco meses para dos páginas, dios mío, pero me gusta eso de volver a lo mismo una y otra vez, como lo que decía E. Smith: "Me encanta grabar dos veces mi voz en mis canciones, una encima de otra, porque así no me reconozco". Cuántas veces habré reescrito ese texto. La primera versión (" ") dice, efectivamente, 23 de noviembre de 2007, y hay otra, apenas esbozada, que dice 5 de diciembre de 2007, y hay una más del 16 de febrero, una del 17 de abril, y la que acabo de imprimir y revisaré mañana. Pero cada versión (" ") es apenas un trazo muy general, un comienzo, una frase. A veces llego a algún punto, pero me gusta regresarme y tomar otro camino. Me gusta pasarme semanas contándome algo. Me gusta corregir pero también me gusta dejar algún cabo suelto, o cambiarlo todo al último minuto (como justo el día en que entrego una reseña, una de mis aburridas reseñas del aburrido suplemento). Creo que es estúpido, esto de ventilar algo tan ¿aburrido? No sé si es aburrido (claro que sí lo sé). Perdón si les parece aburrido. Yo mismo me resulto aburridísimo y pedante, y además no sé cantar. No estoy de mal humor, sin embargo, sino feliz: termino este cuento y todos descansamos: ustedes de mí y yo del cuento. Ya no lo soporto; lo llevo como un lastre de aquí para allá (¿o deberé decir como un fardo?). Escucho una canción de Björk y se las dejo, y también un poema sobre Björk (apuesto a que no contaban con eso).
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en el que la cantante islandesa llega a sentirse cerca y su personaje cinético recuerda cierta inquietud que no pasa
Oigo Debut de Björk.
Venus con pechos de muchacho;
la voz intermitente, zonas
oscuras; rauda.
Los platillos
son espadas;
la amo
viene a ser un laberinto,
un desvío sonoro y sobrepuesto
de luces y rincones en la pista. Pasa
entera departiendo;
humo, rostros entrevistos
en revistas, películas, en calles,
en los ritmos mecánicos de fábricas donde Selma sueña.
Josué Ramírez
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