...entonces despertó. Era evidente: todos estaban muertos. Cada cuchillada que asestó fue certera. Ni siquiera tuvo que hacerse aquella pregunta: cada centímetro de sus manos tenían un rastro propio de sangre. No pudo soportar tan macabro espectáculo. Tomó el arma, y libre de titubeos, logró degollarse. Entonces, despertó…
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